17/Dec/2000

LA MADERA DE MARGARITA

La madera de olivo tiene un perfume suave. Es tan delicado su olor que se puede estar al lado de una pieza trabajada y no tomar conciencia de la muy particular atmósfera que se crea.

Como si el alma del tronco hablara, lejos de su bosque.

La escultora Margarita Checa no sólo ha usado la madera de olivo para trabajar las esculturas que se exponen, desde hace unos días, en la galería Lucía de la Puente. En algunas piezas se combinan también la caoba o el cedro, teniendo el olivo siempre como base. En el biombo, titulado Las Tres Gracias, un craquelado hecho de fragmentos de cachos de toro interviene la línea quebrada de la madera. No su perfume.

Las Tres Gracias, tres mujeres altas, gráciles, vestidas con trajes que pueden ser una curiosa parodia del mundo de la alta costura, son presentadas en las distintas secciones del biombo al estilo de una modelo en las pasarelas, de frente y de espaldas, en posiciones que recuerdan ciertas actitudes de la danza (casi clásica). El código planteado en el biombo de Las Tres Gracias obedece a una clara intención, si no irónica, lúdica, a punto de ser festiva. Esta es la pieza más fresca del Canto a la vida (título de la exposición) de Margarita Checa. Las demás esculturas se detienen en distintos aspectos del registro femenino: la sensualidad (Salomé), el intelecto (La mente), la maternidad (La Guerrera) y la intimidad tan misteriosa como incomprensible que guarda la mujer en ciertos hitos de su ciclo vital (El lugar escondido).

La simbología usada por Margarita Checa en sus esculturas ha sido asociada con formas desarrolladas por culturas primitivas. Los cráneos alargados, los pies grandes y toscos, las manos grandes, hacen pensar en mujeres de etnias africanas, de tribus alejadas de la civilización. Ella dice que se nutre de un inconsciente colectivo que, si bien tiene una evidente conexión con la mujer de los primeros tiempos, también está ligado a los elementos de la simbología usada por las culturas prehispánicas que se desarrollaron en estas tierras, como el colibrí y la serpiente.

Más allá de la limpieza de líneas y de un discreto despliegue de extraordinaria solvencia técnica que tiene sólido entronque con las visiones y líneas de la inolvidable Cristina Gálvez, las piezas de Margarita Checa, deteniéndose tan breve como necesariamente en la sensualidad de la madera, hablan (y no tan calladamente) del alma de sus personajes. Hablan.

  1. Margarita Checa, escultora peruana, en su taller de Villa.
  2. El lugar escondido. Madera de olivo.
  3. El umbral de lo desconocido; pieza presentada en la galería panameña arte consult.
  4. Las Tres Gracias. Biombo en madera y craquelado de cuernos de toro laminados.

 

EL COMERCIO

2000  (Revista Somos Nº 724)

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