Dibujos y Esculturas
Margarita Checa ha elaborado cuidadosamente y con tenacidad lo que ella denomina su juego profundo y peligroso: el arte, mundo interior que captura a través del blanco, del negro y de las formas, en un conjunto de 12 dibujos y 4 esculturas que conforman su exposición, primera individual, en la Galería Camino Brent.
Margarita Checa llega a su exposición con esa mezcla propia de los artistas: temor y confianza al mismo tiempo de exponer aquello que tan secretamente ha guardado, nutriéndolo con oficio e información. “Uno siente, piensa y hace” —afirma— en un intercambio impecable entre el sentimiento auténtico y la elaboración conciente: su obra se concadena y se explica en la relación que guarda entre sí, articulándose en secuencias que constituyen una búsqueda de las infinitas posibilidades que ofrece la vastedad del lenguaje pictórico, no limitado por el diccionario.
Sus dibujos, por un lado, tienen su inicio en Nacimiento, búsqueda inicial que caracterizará su presente obra: cada dibujo es el punto de partida de innumerables posibilidades tanto artísticas como humanas, caminos que se abren, luces que acechan el escombro de sombras; y, por otro lado, se ligan a las esculturas que no forman parte de otra realidad, sino mas bien, de la misma, producto de los dibujos que las originan.
Su mundo se va creando, así, sobre una base sólida que sostiene la elaboración cuidada de un tormento interior al cual se dirige con asombrosa serenidad: el arrebato, el éxtasis de escarbar y sacar a luz aquello a través de un tipo de lenguaje que le exije decir y mostrarlo. “Cada persona —afirma— se enfrenta al mundo, lo vive de una manera diferente; lo transforma, dice de él lo que necesita y le permite entre toda su complejidad escoger”. Entender, expresar las incógnitas que yacen en ella y que constituyen un largo camino, es lo que es su arte. Personajes que no tienen su exacto, correlato con la realidad, mitad hombres y mitad animales, medio pájaros, peces o perros. Personajes asexuados, atormentados que rara vez están solos o aislados, y en cambio se presentan como un coro apocalíptico, al interior de una oscuridad bañada por la palidez de una luminosidad distante.
Esto último se percibe con más claridad en sus esculturas, que conforman con excepción de la espera, un conjunto de esculturas envueltas en una trama penitente. En ellos Margarita Checa redefine un mundo de violencia y agresividad donde las fuerzas opuestas se debaten en oscuros encuentros; mundos que formando dualidades internas se expresan en una misma unidad. Animales heridos, agónicos, se perfilan en líneas punzantes, donde todos de una manera u otra son víctimas de ellos mismos. Cada ser humano elabora un rito de su propia vida que no es más que la presencia de la muerte.
Esta purga del alma como ella denomina al quehacer artístico, es asumida con terrible fidelidad: el temor inicial que significa introducirse al mundo de las sombras se ve fortalecido por el dominio de sus medios de expresión, cuidados y afinados, que le permiten dominar el mundo por hacer.
Su exposición en la Galería Camino Brent le abre, sin dudas, un horizonte tan nítido como el trasfondo de luz en sus dibujos: la continuidad de su arte entre las sombras del presente.
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